|
¿Cómo degustar un buen queso?
La degustación de los quesos. Para que el queso puede ser
degustado en su plenitud, no sólo desde el punto de vista gastronómico
sino también higiénico, ha de ser consumido en su punto, es decir, ni
demasiado fresco ni excesivamente pasado. La enorme variedad de quesos y
sus peculiaridades impide establecer unas reglas fijas para su
colocación en una comida.
¿Cuándo se sirve el queso? Generalmente, se
toman a la francesa, es decir, antes de la fruta y los postres dulces.
Sin embargo, esta costumbre es relativamente moderna. En los grandes
banquetes decimonónicos se acostumbraba, en Francia, a servir los quesos
después de la fruta, porque se sostenía que después de la frescura de
los frutos se apreciaba mucho más la calidad del queso. Además ese
momento marcaba el inicio de los brindis y discursos, o el comienzo de
las conversaciones importantes de la sobremesa.
El lugar de los quesos es, así pues, justo antes de la fruta, sin la
brusca intervención que para el paladar representa su sabor fresco y
azucarado. Esto permite comerlos con el mismo vino tinto de la comida o,
si llega el caso, con otro tinto apropiado.
Dejamos aparte, naturalmente, los quesos que se consumen solos, como
merienda o aperitivo, del tipo del manchego español, que casa tan bien
con los moriles, jereces y manzanillas. Respecto a la bebida que
acompaña a los quesos, generalmente se está de acuerdo en que ligan a la
perfección con el vino, singularmente con el vino tinto.
Ello no quiere decir que algunos de ellos no acepten la cerveza, e
incluso algunas especialidades normandas e inglesas, la sidra. Sin
querer establecer reglas, que dada la variedad de quesos y vinos,
resultarían inaceptables en todos sus extremos, diremos que los grandes
quesos piden un vino tinto. Así, los camembert y roquefort, los brie y
los stilton, los gorgonzola y los cabrales irán perfectamente con vinos
de muchos años como los burdeos y borgoñas franceses, los
vinos de La
Rioja, en España, o los de Barolo, en Italia. Los quesos de menor
entidad se acoplan con tintos más ligeros y menos perfumados.
Los quesos de cabra, aunque acepten el vino tinto, hallan su bebida
adecuada en los blancos secos. Asimismo, el queso de Münster, en
Alsacia, llega a su perfección con el riesling alsaciano. La mayoría de
los quesos admiten las cervezas en los países en que el vino es un
artículo de lujo. Algunos armonizan perfectamente con ellas, como en el Welsh rabbit, el cual, por entrar en su confección cerveza y queso de
Chester, es natural que se tome con una bitter inglesa.
Digamos, como curiosidad, que la fondue suiza, que se hace con el
emmental o el gruyere, y en la cual interviene el kirsch, se toma
clásicamente con una copa de kirsch; más tarde se bebe el
vino blanco
saboyano o suizo. Claro está que, fuera del área estrictamente
helvética, la fondue se suele tomar con vinos blancos o tintos ligeros,
sin sujetarse a estas tradiciones.
|
|