Estos apetitosos bocados constituyen un placer para el paladar. En torno
a su origen, muy controvertido, existen toda una serie de leyendas. Así,
por ejemplo, una de las más difundidas es la que atribuye el surgimiento
de la tradición de las tapas a Alfonso X el Sabio 11221-1284), rey de
Castilla y León. Al parecer, el monarca, tras superar un periodo
delicado de salud durante el cual tuvo que tomar pequeños bocados entre
horas acompañados de sorbos de vino, dispuso que en los mesones este se
sirviese siempre con algo de comer, para evitar que el alcohol se
subiese demasiado rápido a la cabeza. Esta historia, aunque simpática,
es bastante improbable.
Otras fuentes defienden que las primeras tapas se popularizaron entre
los campesinos y el pueblo llano, quienes, para no desfallecer
cumpliendo con su duro trabajo y sin poder hacer el largo descanso que
suponía una comida en toda regla, necesitaban comer algo entre horas. Es
posible que en la tradición de las tapas, como en tantos otros aspectos
del arte y la cultura españoles, tenga también influencia el factor
musulmán, puesto que es bien conocido el hábito social norteafricano de
degustar en compañía un rico surtido de platos.
Pero, cualquiera que sea su origen, lo cierto es que la edad de oro de
las tapas se inició cuando empezaron a abrirse tabernas por doquier. Las
bebidas en jarra o vaso se servían con una rebanada de pan con jamón o
queso encima: así no entraban en el recipiente ni polvo ni moscas, y el
disfrute del alcohol se empezó a asociar con algo para comer. A esta
función originaria de «tapa» deben su nombre estos pequeños bocados que
hoy hacen las delicias de todo el mundo, pues su consumo, tradición
española que durante siglos ha marcado un estilo de vida, se ha
extendido y popularizado a escala internacional. |