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Historia
del queso en España
En la Roma antigua, la leche y sus derivados tuvieron una enorme
importancia. Era predilecta la de cabra, animal que se adaptaba mejor al
clima, seguida de la de oveja, y en tercer lugar venía la leche de vaca.
La leche de burra servía más bien para los enfermos y también para la
conservación de la belleza de las damas patricias. Conocida es la
anécdota de Popea, esposa de Nerón, que se bañaba ostentosamente con
leche de burra. Como en Grecia, en Roma no se usó para la condimentación
la manteca de vaca, prefiriéndose el aceite de oliva, el de sésamo y la
grasa animal. En cambio, el queso fresco fue un notable ingrediente de
la cocina: la salsa universal del pescado, en la época de Augusto,
estaba compuesta de cebolla y puerros bien picados, con vinagre, queso y
sal. El plato más ilustre a base de queso fue el célebre moretum, que
canta Virgilio, compuesto con queso salado, majado en un mortero con
ajo, perejil, ruda y cilantro. De esta mezcla célebre se elaboran
combinaciones más ricas y mejor aderezadas, siempre a base de queso
fresco.
La Edad Media trae el nacimiento de numerosos quesos locales en todo el
Occidente cristiano. Se ha de reconocer que la gastronomía quesera como
el cultivo del vino, se ha conservado gracias a los monasterios. A ellos
se les debe la existencia de los grandes quesos a través de los siglos.
Su vida comunitaria, su organización social y agrícola y, digámoslo
también, la gula eclesiástica, determinaron la elaboración de los
quesos, la conservación de las tradiciones y el mejoramiento de las
calidades. Durante todo este tiempo sigue la polémica acerca del queso y
su influencia sobre la salud. Ya Galeno, en la época clásica, advertía
sobre los peligros de tomar el queso demasiado viejo, peligros que no
han sido aceptados por la ciencia moderna. La Escuela de Salerno, en
cambio, en el siglo XII, alababa las cualidades digestivas del queso,
aseverando que no podía haber una buena digestión sin él: "Nulla fit
sine cáseo bona digestio".
En
España, la leche y el queso tuvieron siempre enconados enemigos. El
médico de Carlos V, Luis Lobera de Avila, avisa en su Banquete de nobles
caballeros, sobre la leche: "Y algunos doctores escriben que en aquella
comida que se tome cosa de leche no se beba vino, porque se corrompe y
causa putrefacción. Y dicen Avicena y Galeno que -no se coma rábano con
leche, que es muy dañoso." El mismo autor escribe, incoherentemente,
respecto al queso: "El queso fresco, frío, es aumentativo de carnes. Lo
añejo después de comer corrobora la boca del estómago y le hace hacer
mejor digestión. Lo viejo es desecativo, mantiene poco y mal y daña el
estómago aunque ayuda a la digestión. Siendo salado, lo que es ni viejo
ni nuevo, de buena leche hecho, dado de mano escasa, será mejor al uso."
El precepto de que el queso se ha de comer en muy pequeñas porciones,
llega hasta bien entrado el siglo XVIII. El doctor Juan Sorapán de
Rieros, que lo fue del Tribunal del Santo Oficio en el siglo XVII, en su
libro Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra
lengua, comenta este refrán en los siguientes términos: "Que el quesso
se haya de comer en pequeña quantidad, es certíssimo, porque es de
gruessa y terrestre qualidad. De adonde el príncipe de la medicina
Galeno, en el tercer libro de la qualidad de los alimentos, vino a dezir
que el quesso ni es bueno para ayudar al conocimiento del estómago, ni
para distribución, ni para mouer la orina, ni para los excrementos del
vientre: ni, últimamente, para criar buena sangre. Por lo cual es de
parescer que huyamos de correr quesso, principalmente si fuere añejo y
mordaz al gusto." Un escrito contra el queso, fuera de España, es el
pintoresco tratado de Martin Schookius: De aversione casei, donde se
enumeran los inconvenientes de este manjar.
El siglo XVIII cambia absolutamente la consideración que del queso
tienen el médico e, incluso, el gastrónomo. Y un hombre del siglo XVIII,
Anthelme Brillat-Savarin, escribe su célebre aforismo: "Una comida sin
queso es como una mujer bella a la que le faltara un ojo"; y en nuestro
siglo la escritora Colette escribía humorísticamente: "Si tuviera un
hijo en trance de casarse, le diría: Desconfía de la joven a quien no le
guste el vino, ni las trufas, ni el queso, ni la música."
LOS ORÍGENES DEL
QUESO
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